En el evangelio de Lucas, hay veces que Cristo hace milagros, o cura la gente -- pero, en su peregrinación a Jerusalén, antes de su obra de nuestra salvación, el mayor parte de las veces Cristo está enseñando. Cristo tiene ganas de dejar parte de sí mismo con su gente antes de su muerte, y, por eso, siempre está enseñándoles.
En Lucas 18:9-14, Jesucristo enseña de la oración en el ministerio de la liberación. Hay el fariseo, que, en su oración, reconoció su propio poder: "te doy gracias porque no soy como los demás hombres." También hay un publicano que, en su oración, magnificó el poder de Dios: "Dios mío, ten piedad de mi que soy un pecador."
En la Biblia, descubrimos a quienes Dios escucha: "El escucha la oración del oprimido. No desoye la súplica del huérfano, ni de la viuda cuando cuenta sus penurias." El poder de Dios no se pruebe en acomodar el poderoso; la grandeza de Dios se refleja en el grito del pobre.
Cristo nos dice que, cuando oramos, dice, "Padre nuestro." Cuando oramos, reconocemos que nosotros también somos pobres, oprimidos, suplicando huérfanos, viudas contando nuestras penurias. Oramos a nuestro "Abba", y nosotros somos niños y niñas, que necesitan el amor tierno de su "PaPa".
Dios no necesita nuestras plegarias. Dios no necesita nuestras oraciones de alabanza, gracias, o peticiónes. Nosotros necesitamos orar para realizar nuestra relación con Dios. Nosotros necesitamos orar para reconocer su Poder y su Grandeza. Alabamos a Dios porque Dios es Glorioso. Damos gracias a Dios porque Dios es la fuente de todo lo bueno. Pedimos de Dios porque estamos sin poder.
Como Católicos, tenemos el costumbre de orar en la companía de los santos y de la Virgen Maria. Pero nunca oramos a los Santos o la Virgen o a los imágenes. Cada oración cristiana es dirigido a Dior por Cristo Jesús. A veces queremos unificar nuestros espiritus al espiritu de nuestra santo preferido o de Maria para llevar nuestras plegárias a Dios por medio de Jesucristo. En le teológia de libaración de San Lucas, podemos unificar nuestros espiritus al espíritu fuerte de los pobre.
"La oración del humilde traspasa las nubes, y mientras ella no llegue a su destino, no será consolado. No cesa hasta que el Altísimo lo haya mirado, haya hecho justicia a los buenos y restablecido el derecho." (Eclesiástico 35:16-18).
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